viernes, 12 de septiembre de 2014

¿POR QUÉ AUXILIAR DE ENFERMERÍA?


¿POR QUÉ AUXILIAR DE ENFERMERÍA?
Seguramente, muchos de vosotros sabéis lo que se siente al amar lo que haces. Para los que no lo hayan sentido nunca, os deseo, de todo corazón que podáis experimentarlo en algún momento de vuestras vidas, es algo mágico que te llena por dentro, que te ensancha el corazón de alegría.
Yo siempre fui “la niña de las tiritas”, me encantaba curar y cuidar a las muñecas, a los animales que teníamos en casa, y a cualquiera que se hiciera daño o estuviera malito. Nunca me ha dado asco la sangre, ni me he mareado al verlo. Al contrario, me encanta ver chicha.
Cuando tenía 16 años, me ofrecieron hacer voluntariado una Semana Santa en una residencia de ancianos de las Hermanitas de los Pobres. No era mi primer voluntariado, pues desde pequeña he hecho voluntariados varios con mi madre. Por supuesto, allí solo había mujeres, preferían al personal femenino. Sólo permitían hombres como voluntarios y como residentes, y el sacerdote claro. Las monjas, intentaban llevarnos un poco a su terreno, nos hablaban de la vocación cristiana, de lo que se siente con la llamada de Dios… No era mi caso, no había sentido esa llamada. Pero si empecé a sentir curiosidad por el trabajo de las auxiliares tanto las que eran monjas como las que no. Me fascinaba el amor y la dedicación que tenían con los ancianos, la paciencia de escucharles, el cariño y la familiaridad para los que son su única familia… Así un día mientras la hermana superiora nos hablaba de la vocación se me ocurrió preguntar “¿la vocación sólo existe para vosotros?” Y entonces la monja muy amablemente me contestó que la vocación es ese sentimiento de amar lo que haces por muy sacrificado que sea. El profesor que se disfruta teniendo 30 niños a su alrededor porque les está enseñando a labrarse un futuro, el bombero que se juega la vida cada día al salir a un aviso, la vocación de ser madre o padre, por supuesto, todo el personal sanitario que no entiende de días ni de horas, que trabaja sin descanso para darle a sus pacientes la calidad asistencial que merecen, y más aun los que lo hacen de forma altruista, los voluntarios (de los que hablaremos en otra entrada, porque se lo merecen).
Así pues tomé la decisión de ser Auxiliar de Enfermería. Sentía esa llamada de la que tanto hablaban las monjas. Dejé a medias 1º de bachillerato a pesar de tener unas notas bastante buenas y de que mi madre quería arrancarme la cabeza por dejarlo. Pero era mi vida, mi llamada, y tenía que acudir.
Durante el curso, disfruté con cada cosa que nos enseñaban. Conocer gente que también tiene esa vocación te hace sentirte menos extraña, y tener muchas ganas de entrar en ese mundo. A mi profe de Higiene en el Mundo Hospitalario, Ana, si me lees, gracias por todo. Aprendí mucho más de lo que puedes llegar a pensar de ti. También tuve malos momentos, pensé que era más fuerte y me derrumbé cuando menos lo esperaba, de la teoría a la práctica hay un abismo. Supongo que era una prueba que tenía que pasar, y que seguramente me hizo más fuerte.
En las prácticas, y después en el mundo laboral, he conocido compañeros que no aman lo que hacen. Van cada día a trabajar pesarosos de tener que estar allí. Es cierto que trabajamos en un hospital, y que nadie disfruta con la enfermedad del otro pero, ya que no existe un mundo sin enfermedades creo, que debemos disfrutar dando asistencia a todo el que lo necesite y amar todo lo que hacemos. No solo les haremos la vida más fácil a nuestros pacientes y sus familiares, sino que nosotros, el personal sanitario, seremos más felices. Sí, me hace feliz saber que los cuidados que les doy a mis pacientes les reconfortan, les ayudan a curarse, o simplemente, cuando nada se puede hacer, les haces sonreír.
Os dejo un vídeo, para todos aquellos que no sois sanitarios, os hará entender un poquito mejor por qué decidimos meternos en este mundo de guardias interminables, noches sin dormir, madrugones de ojeras, y de felicidad para quien lo disfruta. Y para los sanitarios, un homenaje.
“Si puedes curar, cura;
Si no puedes curar, alivia;
Y si no puedes aliviar, consuela”.
Espero que os haya gustado, ya sabéis que me encanta que me escribáis.
Nos leemos.
Chao!
 

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