Desde que decidí abrir el blog y pensé en los temas de
los que me gustaría hablar supe que en alguna entrada os hablaría de la gran
familia mascotera que tengo.
Desde que yo era pequeña tenemos animales en casa, gato y
perro. Al principio un gato y una perrita, Tina, que ha estado con nosotros 15
maravillosos años, creció con nosotros y muy a nuestro pesar hace más de un año
que decidió marchar al cielo de los perros, que estoy segura de que existe.
Esto debe ser más o menos finales de 2005 o principios de
2006. En la foto aparecemos Conan, Tina y yo en casa de mis abuelos.
Después llegaron dos gatitos que eran hermanos, Kiko y
Patri. Los gatos desaparecían sin más pues vivíamos en una casa baja y no los
teníamos castrados. Kiko se quedó con nosotros porque estaba cojito, no se iba
muy lejos de casa y siempre volvía. Además, hacía una pareja estupenda con
Tina, eran novietes. Kiko se puso malito y hubo que sacrificarlo hace ya 10
años, una decisión muy difícil.
Después llegó Conan, que aún sigue con nosotros, un gato
negro precioso, listo, caprichoso y chantajista como él sólo sabe serlo, toda
una pantera dentro de poco cumplirá 10 años.
Al poco tiempo apareció Nano, tierno, cariñoso, pegadizo
y todo lo contrario a Conitan, su enemigo número uno. La convivencia no era
fácil, a pesar de castrarlos, Conan perseguía incansablemente a Nano, luego se
perseguían mutuamente y esto era una casa de locos...
Y mi madre, que es la cabeza pensante del zoo que tenemos
en casa decidió que si teníamos dos gatos, Tina también merecía una compi.
Además, mi madre quería una compi peludita a la que hacerle coletitas. ¡Ja!
Nada más lejos de la realidad. Llegó Luci, quien ni quiso ni querrá nunca
llevar coletitas.
La peludita venía de Valencia, de un refugio que la había
recogido de vete tú a saber qué atrocidades. Se adaptó a la perfección, es una
perra dócil, tranquila, que supongo por su pasado no sabe estar sola así que se
pasa el día pegada a alguien. El hermanamiento no fue fácil pues Tina no había
compartido con otro perro nunca, pero al final se adaptó y han sido muy
hermanas hasta que Tina se fue. Después llegó Santi, un gatito que llegó
pequeño, lleno de ácaros... Pero que vivió con nosotros hasta que a algún
desalmado se le ocurrió poner comida con veneno en la calle, Santi comió y tras
24 horas luchando por vivir, se fue... Un palo, no puedo entender cómo ni por
qué alguien hace algo así. Pero en fin... Tras la marcha de Tina, no queríamos
que Lucy estuviera solita, así que comenzamos a buscar y sin haberlo planeado
llegó Orión.
Este es Orión a los 3 días de estar en casa, ya devoraba biberones
y hacía mucho por vivir (así decía mi abuela al verle comer).
Un mini bebe gatuno que había aparecido solito y
hambriento en un descampado. Pesaba 200 gr, le alimentamos a biberones, si, nos
levantabamos a las 3 o las 5 de la madrugada para darle biberones al gato pero,
era irresistible de bonito. Creció, ahora ya tiene más de un año y es un
demonio de gato que recientemente ha encontrado a su compi de juegos. Porque
claro, teníamos a Orión pero no era la perrita que andábamos buscando... Y
llegó el huracán Ely, con solo un mes de vida tenía una historia un poco triste
ya, en un refugio de Extremadura habían recogido a su mamá a punto de parir.
Cuando los bebés cumplieron un mes, Ely fue a parar a una familia que pronto la
devolvió al refugio porque la niña de 4 años pegaba a la perrita. No lo puedo
ni imaginar. Pero Ely al fin llegó a casa, donde deseábamos con locura
achucharla y comérnosla a besos. Pronto descubrimos que con casi dos meses,
1,200kg de peso y siendo una miniatura, era el demonio hecho perro pero, nos
hace demasiado felices.
Ésta es Ely en su primer día en casa, me estaba esperando
con esa cara de cómeme a besos cuando llegué de trabajar. Ahora, ya pesa más
del doble y se hace mayor.
Aunque es posible que un día Orión se quede sin orejas
porque a ella la vuelven loca completamente. Ah! Se me olvidaba, este blog
lleva el nombre de Carmelita porque así se llamaba Ely en el refugio y en tan
poco tiempo nos ha hecho vivir tantas cosas que decidí ponerle su antiguo
nombre al blog.
¿Por qué os cuento todo esto? Porque cuando vi que por
culpa de unos desalmados que no deben saber lo que es tener un animal, que es
un miembro más de la familia, y que lo sacrifiquen sin tener razón ninguna,
porque no la tienen... Casi me da algo. Y si, hablo de Excalibur, ese pobre
perro al que no se le ha dado una oportunidad... Ahí tenemos a los americanos
que le llevan comida y agua al perro de la enfermera contagiada... Quizá igual
que les tenemos que dar una lección (a los entendidos de nuestro gobierno, me
refiero) para que aprendan el valor del personal sanitario, deberíamos también
enseñarles el valor de los animales de compañía y el dolor que supone su
pérdida. Porque para quien lo dude, son parte de la familia, y al igual que
vives con ellos momentos de felicidad y alegría, se sufre lo indecible cuando
se van.
Soy auxiliar de enfermería y creo que muy pocas veces he
sentido pena por alguna persona porque creo que nosotros podemos luchar y
defendernos, sin embargo, no soy capaz de ver a un animal abandonado,
maltratado o un animal que era feliz con su familia y así, sin más, lo han
matado. Ellos no pueden luchar ni defenderse.
Deseo con todas mis fuerzas que Teresa se recupere de la
enfermedad, que por suerte, parece que lo está consiguiendo. Y espero, que
cuando esto acabe, ella y su marido luchen para que alguien pague por lo que
han hecho con Excalibur. Porque les han roto la familia, así, sin más.
Espero que os haya gustado la entrada de hoy.
¡Ya sabéis que espero vuestros comentarios!
¡Besotes enormes a todos!
¡Nos leemos!